martes, 1 de marzo de 2011

Cultura, migraciones e identidades

Manuel Antonio Velandia Mora
España, marzo de 2011
La cultura puede ser tanto el factor cohesionador como el elemento que dificulta la convivencia, de ahí que como afirman Roche y Serra (2009) también sea una clave importante para hacer el análisis y la interpretación de los fenómenos migratorios[1], en especial, por ejemplo, del proceso de construcción identitaria como inmigrante en un país de acogida. Este ejercicio de análisis se hace a partir de la construcción de la identidad cultural del migrante, como un elemento fundamental y primordial en la gestión de los asuntos migratorios.

La cultura puede entenderse según un especialista mundial en mercadotécnia como “el conjunto de esquemas mentales y de conducta mediante los cuales la sociedad consigue una mayor satisfacción para sus miembros” (Kotler). En este sentido la cultura es el camino a la felicidad y tras ella la persona decide abandonar un espacio vital para trasladarse a otro  espacio que es distinto cultural, social y relacionalmente.

Para UNESCO, la cultura da al ser humano la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el ser humano se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.[2] Al resultado de ese proceso de toma de conciencia de sí mimo en la cultura y en la sociedad es lo que llamamos identidad.

Se han desarrollado diferentes explicaciones, que tratan de responder a una frecuente serie de preguntas que nos hacemos frente a los demás y en algunas ocasiones ante nosotros mismos: ¿Cuándo un inmigrante se convierte en ciudadano? ¿El hecho de que un neo-ciudadano  renuncie jurídicamente a una nacionalidad (la de origen), implica que la abandona para sumir una nueva identidad cultural política y jurídica (la de acogida)? ¿Se puede ser al mismo tiempo de dos culturas diferentes? ¿Se puede dejar de ser propio de un país para serlo de otro? ¿Son iguales las vivencias por las que pasan todas las personas inmigrantes o las personas que acogen? ¿Se vive la identidad cultural aquí, de la misma manera que en otros lugares del mundo? ¿Hay una única respuesta científica que explique el origen de estas identidades culturales?

Para dar respuesta a las preguntas necesariamente se ha de profundizar en el significado de la identidad, en este ejercicio reflexivo no se responderá a las preguntas, sino se profundizara en el proceso de la construcción identitaria, desde el cual pudiera aventurarse darles respuesta.

Tradicionalmente se ha pensado que las identidades son fijas y comunes a grupos amplios de personas, pero si partimos de que cada uno de nosotros es único, entonces las definiciones también debieran serlo, si consideramos que el lenguaje es ecosistémico, y por tanto genera en cada ser mundos igualmente uni-versales en su vivencia, explicación y emoción.

A continuación se presentan algunos elementos que determinan nuestra identidad

El análisis se fundamenta en la teoría de sistemas y en algunos de sus principios. No podemos dejar de pensar a la sociedad, ya sea expulsora o de acogida, como unidad; si nos comprendemos a nosotros mismos como un sistema y a los microgupos, grupos y macrogrupos como microsistemas, sistemas y macrosistemas, entonces la sociedad que conformamos es igualmente un sistema. Todo sistema está interafectado, interrelacionado y es interdependiente con otros sistemas. Por tanto, todo lo que yo estoy siendo es emergencia de los procesos particulares de socialización y culturación o más concretamente un producto que se hace posible en el encuentro-desencuentro con el/la otro y conmigo mismo.

Una de las propiedades de los sistemas consiste en ser únicos. No hay nadie como yo, nunca lo ha habido ni lo habrá; soy tan único que soy distinto de mí mismo a pesar de que en esencia sigo siendo yo mismo (mismidad). Por tanto, lo que cada uno experiencia, emociona y explica con respecto a la cultura y la sociedad es igualmente único.
En segunda instancia, aquello que el sistema humano ha vivido lo hace irrepetible; recordemos aquello de que no puedo nadar dos veces en el mismo río. Primero porque lo que ya he experienciado, como nadar, ya está realizado y no lo puedo repetir porque al intentar hacerlo se hace en otro tiempo, espacio y condiciones.

En tercera instancia, toda persona está en permanente movimiento y por tanto en constante cambio; todo sistema se experiencia en un continuo recibir, transformar y dar energía; lo que nos lleva a aceptar que como persona no somos seres terminados sino en permanente desarrollo: somos un ser dinámico. En tal sentido, no soy un ser terminado sino un ser que está siendo[3]. No soy un ser completo, no estoy terminado, estoy siendo un(a) ser nuevo en cada momento, siendo ésta la esencia que hace dinámico a mi ser.

En cuarta instancia, en ese constante “estar siendo” hay algo en mí que permanece como esencia: lo que he vivido; información que me induce a reconocerme como un ser histórico. Cada situación que experimento tiene como fuente lo vivido y lo trascendido. Aun cuando en esencia soy el/la mismo/a, se han generado en mi una serie de cambios que me han hecho crecer como persona; todo cambio es viable a partir de los aprendizajes, experiencias y emociones vivenciadas previamente, por tal razón soy evolutivo. Si las reflexiones que yo me hago están directamente relacionadas con mi experienciación de “estar siendo” en una cultura y sociedad, necesariamente no lo reflexioné, expliqué, viví, sentí o emocioné desde siempre sino que me he venido haciendo, explicando y emocionando en la cultura y sociedad de manera dinámica.

En quinta instancia, se está siendo futuro en la medida en que lo que estamos siendo hoy lo construimos a partir de lo que “queremos ser” o alcanzar llegar a “estar siendo” más adelante en nuestra existencia. Lo que yo “estoy siendo” hoy, en este momento, en el aquí y en ahora tan solo es posible desde lo que he “estado siendo” anteriormente,  pero igualmente se posibilita desde aquello que yo, prospectivamente, deseo “estar siendo” en el futuro como persona.

En última instancia, el ser se construye procesalmente. Lo que estoy haciendo puede considerarse un proceso en sí, pero todo proceso hace parte o es uno de los micro procesos de otro u otros procesos mayores que a su vez son parte de otro u otros procesos macro. Todo proceso de un ser humano, con relación a sí mismo y a otros humanos, implica interrelaciones, interafectaciones e interdependencias. Toda afectación de una parte de mí, como sistema, me afecta en mi totalidad e integridad y a su vez, afecta al o a los microgrupos, grupos y macrogrupos de los que hago parte; y en consecuencia, afecta a la sociedad, pero también todo lo que sucede en ella y en los grupos en los que estoy inmerso me afecta a mí, produciéndose en ese intercambio una serie de emergencias que en esencia son lo que yo “estoy siendo”, y en ultimas, lo que estoy experienciando, emocionando y explicando sobre mí y sobre la sociedad y cultura de las que estoy haciendo parte.

Las reflexiones que cada persona elabora se producen a partir de lo que ella está siendo; por tanto, mis reflexiones y las de los otros son tan únicas como cada persona que explica lo es. Las explicaciones que damos al mundo, la cultura, la sociedad, nuestras relaciones, sobre nosotros mismos, por el hecho de ser únicos son únicas y diferentes a las de los demás. El problema más grande en la comprensión de las identidades radica en que no logramos darnos cuenta que frente a un mismo hecho hay tantos versos, tantas reflexiones y explicaciones (uni-versos) como seres humanos hay, y en tal sentido, desde la teoría del lenguaje como generador de mundos, es que la cultura se construye en multi-versos.

La identidad hace referencia a la manera como cada quien se asume para sí mismo y con relación a los demás y a lo que la sociedad y la cultura esperan de él o ella con referencia a su ser social y a su proceso relacional, es decir, con relación a vivencia cotidiana de la cultura y la relación con los demás ciudadanos.

El “deber ser” socializado ha construido una explicación social de aquello que se espera “debemos ser” como personas, como inmigrantes, como ciudadanos, como sujetos de derechos. En la vida cotidiana las personas se debaten en un juego sistémico entre el “deber ser”, su “querer ser” y aquello que “están siendo”; este “están siendo” es la acomodación entre dichos “deber ser” y “querer ser”.

La identidad como persona, ciudadano, ser cultural, ser político, ser social se vivencia entonces en el juego entre tres diferentes concepciones que se interafectan, interdependen e interrelacionan: lo que los otros identifican que yo soy: identidad social; lo que yo identifico que estoy siendo: identidad particular; y lo que yo estoy proyectando de mí porque es lo que deseo proyectar: identidad de socialización. Como sujeto social estoy en un continuo movimiento entre las subidentidades que conforman mi identidad.


El juego de las emergencias identitarias sucede en todas los seres humanos y en todas las sociedades y culturas, aun cuando para los autóctonos la distancia entre “deber ser” y “querer ser” es mucho menor que en las identidades construidas por los inmigrantes, tal vez porque ellos son considerados marginales o ellos mismos se ubican al margen de la sociedad, en guetos culturales y relacionales constituidos con aquellos a quienes consideran sus “semejantes” y sus “iguales”.

En el proceso de construcción identitaria, algunas personas experiencian algunos aspectos de la cultura autóctona sin definirse en una identidad que los relaciones con el país de acogida; pasa mucho tiempo (esto es diferente en cada persona, cultura y sociedad) antes de que alguien puede pensarse en una nueva identidad cultural y social, sin embargo cabe destacar que los ciudadanos autóctonos igualmente no son conscientes de su propia identidad  y menos aun de cómo esta se ve afectada en la construcción de relaciones con los inmigrantes y que por tanto su identidad igualmente es móvil y por tanto cambiante.



[1] Roche Cárcel, Juan A. & Serra, Inmaculada (2009). Contradicciones culturales de las migraciones en la sociedad globalizada.
[2] (UNESCO, 1982: Declaración de México)
[3] Estar siendo: como una forma de evidenciar el permanente dinamismo del ser humano y recalcar que es un ser en permanente construcción no haré referencia al ser como “lo que soy” o “lo que es” sino lo que “estoy siendo” o el sujeto “está siendo”.

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