martes, 22 de marzo de 2011

La libertad y la Coherencia en el vivir, valores fundamentales para la vivencia de la interculturalidad

Por Manuel Antonio Velandia Mora
Alicante, Marzo de 2011
Afirma Adela Cortina, que es preciso articular la relación entre los distintos sectores sociales de modo que puedan hacerse cargo con bien de problemas que no afectan sólo a uno de ellos, sino a todos ellos. Este es el caso de la convivencia ciudadana en cualquier lugar del mundo, pero lo es más en aquellos territorios en los que conviven personas provenientes de diferentes lugares, ya sea porque los inmigrantes sean nacionales o extranjeros.

Los valores no debe ser obligación de los extranjeros, tampoco lo son los derechos ni las obligaciones porque derechos, obligaciones y valores son cuestión de todos.

José Ortega y Gasset diferencia entre creencias e ideas y esta distinción es de suma importancia porque las creencias son las que mueven realmente a una sociedad, las personas actúan movidas por sus creencias básicas. Solemos creer que lo que dificulta la convivencia solidaria y democrática son las ideas, pero no éstas se "dicen" en los grandes discursos, están bien construidas, bien pergeñadas, bien teorizadas y por ello facilitan la dialógica, pero son nuestras creencias con las que funcionamos en la vida cotidiana y las que nos inspiran en el momento de tomar decisiones. Es por nuestras creencias por las que no aceptamos al otro como un auténtico otro y por las que pensamos e incluso asumimos que aquel que explica, vivencia y se emociona con la realidad de una manera diferente, es nuestro enemigo.

Para Cortina, los valores son un componente de la vida humana; tienen mucho que ver con lo que realmente nos va a las personas, son lo que hace de la vida humana compartida sea una vida realmente digna de ser vivida. Para dicha autora La vida no se hace sólo de hechos, sino que se hace de hechos valorados, de decisiones valoradas, hacemos nuestra vida desde lo que valoramos, desde lo que preferimos. Según Cortina la definición que da Ortega sobre los valores es la más apropiada: "los valores son cualidades de las acciones, de las personas, de las cosas, que las hacen atractivas".

Pareciera que hay una relación directa entre la estética y los valores; porque cuando una acción o una persona o una institución tiene un valor positivo, es atractiva; cuando tiene un valor negativo, es repugnante. Tal vez por ello se nos dificulta convivir con alguien en quien no reconocemos valores. Concluyendo, los valores son cualidades de las cosas, de las acciones, de las personas, que nos atraen porque nos ayudan a hacer un mundo habitable.

Los valores morales son aquellos que entendemos que debería tener cualquier persona, cualquier institución, cualquier actuación que quiera llamarse humana, en el pleno sentido de la palabra.

Dado que los valores ayudan a acondicionar el mundo y a hacerlo habitable, los valores morales son fundamentales en el proceso de construir la convivencia, porque los valores hacen del territorio vivencial un mundo en el que merece la pena vivir.

Hay valores que todos esperamos, afirma Cortina; por ejemplo, esperamos que todo el mundo sea honrado, que sea justo, que intente vivir en libertad, porque alguien que prefiere la esclavitud a la libertad, la injusticia a la justicia, la desigualdad a la igualdad, ha dejado de aspirar a la humanidad, en el pleno sentido de la palabra. Estos valores están plenamente definidos, sin embargo no se vivencian, pero también son necesarios algunos valores morales adicionales.

Hay valores, como la libertad y la justicia, que son valiosos por sí mismos, y no porque algún grupo social o algún estudioso haya decidido conferirles valor. La libertad es un valor sobre el cual es posible construir otros valores. La libertad puede entenderse de muchas formas, por ejemplo como independencia, como participación y como autonomía.

La libertad como independencia es la libertad propia del Estado de Derecho moderno, con ella es posible la libertad de expresión, de conciencia, de asociación, de reunión, de desplazamiento… las libertades básicas, que son las que alguien puede ejercer sin interferencia. Cuando no se puede ejercer, cuando se acalla la expresión, la información, una sociedad es claramente injusta; tal vez por ello, para un inmigrante, al construir la convivencia sea primordial la libertad. Para ejercer el derecho a la libertad y a esta como valor, es conveniente auto reconocerse de tal forma que sea posible construir la libertad. Es difícil expresarse si no se conoce la lengua, si no se entiende lo que se recibe como información, si no sabemos interpretar las diferencias en el lenguaje.

En mi experiencia particular, tomar cursos de valenciano me ha permitido poseer los mínimos para la interlocución, porque la lengua es en sí misma una barrera a la libertad, incluso cuando se habla el mismo idioma, yo creo que hablamos el mismo idioma pero no la misma lengua y el castellano algunas veces se nos convierte en una barrera que nos dificulta convivir. No es que no sea cerrada la posibilidad de reunión, pero nosotros mismos al tener la barrera lingüística nos cerramos la puerta y nos autorizamos a participar. Cuando yo desee aprender valenciano me encontré con la dificultad de que no había cursos para extranjeros, de que yo era el primer extranjero que lo pedía; logré que se abriera un curso, logré motivar a otros, logré que culmináramos y tuviéramos un segundo nivel de formación. La libertad en consecuencia no solo está en la posibilidad de ejercerla sino en la de obtener respuestas.

Libertad, responsabilidad y educación. Toda libertad apareja responsabilidades. La convivencia no nos llega, se construye, somos parte activa de ella, ejercer la libertad requiere de la formación para estar en capacidad de elegir; de ahí que el valor de la libertad debe ir acompañada del derecho a la educación. Con la educación se forja la conciencia, porque con la educación tenemos algo que decir y podemos entender y entendernos, porque con la educación adquiramos herramientas para comprender las ideas y para lograr que las ideas fundamenten las creencias y se conviertan en soporte de nuestras prácticas y emociones; así en nuestra libertad podemos darle algún contenido, algún criterio a lo que expresamos, vivenciamos y emocionamos; es decir, forjamos la conciencia, así es posible la libertad como independencia y la libertad como participación.

Libertad entendida como autonomía. Cortina plantea que "Autonomía" significa, a fin de cuentas, ser dueño de la propia vida, tomar las propias decisiones, pero no hacerlo sin los otros, sino siempre con los que son significativos para nosotros. La autonomía posibilita el ejercicio de la autodeterminación, pero también la libertad es la forma objetiva de la autodeterminación. Sin la autodeterminación no solo se es marginal sino, también, marginalizable. La  autodeterminación  conlleva una multiplicidad de formas expresivo-políticas que debe ejercer el ciudadano. Sin embargo, los inmigrantes al no ser libres en cuanto a derechos, no pueden autodeterminarse como ciudadanos y ven impedida su visibilidad cultural, elemento fundamental de la interculturalidad. La cultura no solo es una forma de visibilidad sino también una denuncia epistemológica y socioantropológica.

Considera Cortina que si el siglo XXI tiene una tarea, es la de ajustar las creencias a las ideas. Esto es necesario y conveniente porque no se vive lo que se cree, de ahí la importancia de desarrollar un valor al que denominaría Coherencia en el vivir. Una persona sería auténtica cuando haya en ella una Coherencia entre lo que vive, explica y siente.

La Coherencia nos permitiría creer en el otro, es decir reconocerlo como un auténtico otro, en la medida en que tenemos claro que lo que dice es lo que hace y lo que siente. En una sociedad en la que quienes conviven provienen de diferentes culturas, poder creer en el otro a partir de su coherencia en el vivir nos conduciría a aceptarlo, a no tener temor de él, en verlo como un aliado y no como un enemigo. Su coherencia despertaría en nosotros interés por quien la vive, interés que es legítimo porque, como afirmaba Kant, se puede actuar por interés o se puede tomar interés en lo que es interesante por sí mismo. La coherencia nos llevaría a reconocernos y a reconocer en los demás auténticos otros, esto a su vez nos conduciría a hacer del territorio intercultural un mundo habitable para todos y cada uno de los seres humanos que en él conviven.

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