martes, 1 de marzo de 2011

Cultura, migraciones e identidades

Manuel Antonio Velandia Mora
España, marzo de 2011
La cultura puede ser tanto el factor cohesionador como el elemento que dificulta la convivencia, de ahí que como afirman Roche y Serra (2009) también sea una clave importante para hacer el análisis y la interpretación de los fenómenos migratorios[1], en especial, por ejemplo, del proceso de construcción identitaria como inmigrante en un país de acogida. Este ejercicio de análisis se hace a partir de la construcción de la identidad cultural del migrante, como un elemento fundamental y primordial en la gestión de los asuntos migratorios.

La cultura puede entenderse según un especialista mundial en mercadotécnia como “el conjunto de esquemas mentales y de conducta mediante los cuales la sociedad consigue una mayor satisfacción para sus miembros” (Kotler). En este sentido la cultura es el camino a la felicidad y tras ella la persona decide abandonar un espacio vital para trasladarse a otro  espacio que es distinto cultural, social y relacionalmente.

Para UNESCO, la cultura da al ser humano la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el ser humano se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.[2] Al resultado de ese proceso de toma de conciencia de sí mimo en la cultura y en la sociedad es lo que llamamos identidad.

Se han desarrollado diferentes explicaciones, que tratan de responder a una frecuente serie de preguntas que nos hacemos frente a los demás y en algunas ocasiones ante nosotros mismos: ¿Cuándo un inmigrante se convierte en ciudadano? ¿El hecho de que un neo-ciudadano  renuncie jurídicamente a una nacionalidad (la de origen), implica que la abandona para sumir una nueva identidad cultural política y jurídica (la de acogida)? ¿Se puede ser al mismo tiempo de dos culturas diferentes? ¿Se puede dejar de ser propio de un país para serlo de otro? ¿Son iguales las vivencias por las que pasan todas las personas inmigrantes o las personas que acogen? ¿Se vive la identidad cultural aquí, de la misma manera que en otros lugares del mundo? ¿Hay una única respuesta científica que explique el origen de estas identidades culturales?

Para dar respuesta a las preguntas necesariamente se ha de profundizar en el significado de la identidad, en este ejercicio reflexivo no se responderá a las preguntas, sino se profundizara en el proceso de la construcción identitaria, desde el cual pudiera aventurarse darles respuesta.

Tradicionalmente se ha pensado que las identidades son fijas y comunes a grupos amplios de personas, pero si partimos de que cada uno de nosotros es único, entonces las definiciones también debieran serlo, si consideramos que el lenguaje es ecosistémico, y por tanto genera en cada ser mundos igualmente uni-versales en su vivencia, explicación y emoción.

A continuación se presentan algunos elementos que determinan nuestra identidad

El análisis se fundamenta en la teoría de sistemas y en algunos de sus principios. No podemos dejar de pensar a la sociedad, ya sea expulsora o de acogida, como unidad; si nos comprendemos a nosotros mismos como un sistema y a los microgupos, grupos y macrogrupos como microsistemas, sistemas y macrosistemas, entonces la sociedad que conformamos es igualmente un sistema. Todo sistema está interafectado, interrelacionado y es interdependiente con otros sistemas. Por tanto, todo lo que yo estoy siendo es emergencia de los procesos particulares de socialización y culturación o más concretamente un producto que se hace posible en el encuentro-desencuentro con el/la otro y conmigo mismo.

Una de las propiedades de los sistemas consiste en ser únicos. No hay nadie como yo, nunca lo ha habido ni lo habrá; soy tan único que soy distinto de mí mismo a pesar de que en esencia sigo siendo yo mismo (mismidad). Por tanto, lo que cada uno experiencia, emociona y explica con respecto a la cultura y la sociedad es igualmente único.
En segunda instancia, aquello que el sistema humano ha vivido lo hace irrepetible; recordemos aquello de que no puedo nadar dos veces en el mismo río. Primero porque lo que ya he experienciado, como nadar, ya está realizado y no lo puedo repetir porque al intentar hacerlo se hace en otro tiempo, espacio y condiciones.

En tercera instancia, toda persona está en permanente movimiento y por tanto en constante cambio; todo sistema se experiencia en un continuo recibir, transformar y dar energía; lo que nos lleva a aceptar que como persona no somos seres terminados sino en permanente desarrollo: somos un ser dinámico. En tal sentido, no soy un ser terminado sino un ser que está siendo[3]. No soy un ser completo, no estoy terminado, estoy siendo un(a) ser nuevo en cada momento, siendo ésta la esencia que hace dinámico a mi ser.

En cuarta instancia, en ese constante “estar siendo” hay algo en mí que permanece como esencia: lo que he vivido; información que me induce a reconocerme como un ser histórico. Cada situación que experimento tiene como fuente lo vivido y lo trascendido. Aun cuando en esencia soy el/la mismo/a, se han generado en mi una serie de cambios que me han hecho crecer como persona; todo cambio es viable a partir de los aprendizajes, experiencias y emociones vivenciadas previamente, por tal razón soy evolutivo. Si las reflexiones que yo me hago están directamente relacionadas con mi experienciación de “estar siendo” en una cultura y sociedad, necesariamente no lo reflexioné, expliqué, viví, sentí o emocioné desde siempre sino que me he venido haciendo, explicando y emocionando en la cultura y sociedad de manera dinámica.

En quinta instancia, se está siendo futuro en la medida en que lo que estamos siendo hoy lo construimos a partir de lo que “queremos ser” o alcanzar llegar a “estar siendo” más adelante en nuestra existencia. Lo que yo “estoy siendo” hoy, en este momento, en el aquí y en ahora tan solo es posible desde lo que he “estado siendo” anteriormente,  pero igualmente se posibilita desde aquello que yo, prospectivamente, deseo “estar siendo” en el futuro como persona.

En última instancia, el ser se construye procesalmente. Lo que estoy haciendo puede considerarse un proceso en sí, pero todo proceso hace parte o es uno de los micro procesos de otro u otros procesos mayores que a su vez son parte de otro u otros procesos macro. Todo proceso de un ser humano, con relación a sí mismo y a otros humanos, implica interrelaciones, interafectaciones e interdependencias. Toda afectación de una parte de mí, como sistema, me afecta en mi totalidad e integridad y a su vez, afecta al o a los microgrupos, grupos y macrogrupos de los que hago parte; y en consecuencia, afecta a la sociedad, pero también todo lo que sucede en ella y en los grupos en los que estoy inmerso me afecta a mí, produciéndose en ese intercambio una serie de emergencias que en esencia son lo que yo “estoy siendo”, y en ultimas, lo que estoy experienciando, emocionando y explicando sobre mí y sobre la sociedad y cultura de las que estoy haciendo parte.

Las reflexiones que cada persona elabora se producen a partir de lo que ella está siendo; por tanto, mis reflexiones y las de los otros son tan únicas como cada persona que explica lo es. Las explicaciones que damos al mundo, la cultura, la sociedad, nuestras relaciones, sobre nosotros mismos, por el hecho de ser únicos son únicas y diferentes a las de los demás. El problema más grande en la comprensión de las identidades radica en que no logramos darnos cuenta que frente a un mismo hecho hay tantos versos, tantas reflexiones y explicaciones (uni-versos) como seres humanos hay, y en tal sentido, desde la teoría del lenguaje como generador de mundos, es que la cultura se construye en multi-versos.

La identidad hace referencia a la manera como cada quien se asume para sí mismo y con relación a los demás y a lo que la sociedad y la cultura esperan de él o ella con referencia a su ser social y a su proceso relacional, es decir, con relación a vivencia cotidiana de la cultura y la relación con los demás ciudadanos.

El “deber ser” socializado ha construido una explicación social de aquello que se espera “debemos ser” como personas, como inmigrantes, como ciudadanos, como sujetos de derechos. En la vida cotidiana las personas se debaten en un juego sistémico entre el “deber ser”, su “querer ser” y aquello que “están siendo”; este “están siendo” es la acomodación entre dichos “deber ser” y “querer ser”.

La identidad como persona, ciudadano, ser cultural, ser político, ser social se vivencia entonces en el juego entre tres diferentes concepciones que se interafectan, interdependen e interrelacionan: lo que los otros identifican que yo soy: identidad social; lo que yo identifico que estoy siendo: identidad particular; y lo que yo estoy proyectando de mí porque es lo que deseo proyectar: identidad de socialización. Como sujeto social estoy en un continuo movimiento entre las subidentidades que conforman mi identidad.


El juego de las emergencias identitarias sucede en todas los seres humanos y en todas las sociedades y culturas, aun cuando para los autóctonos la distancia entre “deber ser” y “querer ser” es mucho menor que en las identidades construidas por los inmigrantes, tal vez porque ellos son considerados marginales o ellos mismos se ubican al margen de la sociedad, en guetos culturales y relacionales constituidos con aquellos a quienes consideran sus “semejantes” y sus “iguales”.

En el proceso de construcción identitaria, algunas personas experiencian algunos aspectos de la cultura autóctona sin definirse en una identidad que los relaciones con el país de acogida; pasa mucho tiempo (esto es diferente en cada persona, cultura y sociedad) antes de que alguien puede pensarse en una nueva identidad cultural y social, sin embargo cabe destacar que los ciudadanos autóctonos igualmente no son conscientes de su propia identidad  y menos aun de cómo esta se ve afectada en la construcción de relaciones con los inmigrantes y que por tanto su identidad igualmente es móvil y por tanto cambiante.



[1] Roche Cárcel, Juan A. & Serra, Inmaculada (2009). Contradicciones culturales de las migraciones en la sociedad globalizada.
[2] (UNESCO, 1982: Declaración de México)
[3] Estar siendo: como una forma de evidenciar el permanente dinamismo del ser humano y recalcar que es un ser en permanente construcción no haré referencia al ser como “lo que soy” o “lo que es” sino lo que “estoy siendo” o el sujeto “está siendo”.

miércoles, 23 de febrero de 2011

No todos los inmigrantes son ciudadanos de pleno derecho

Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, febrero de 2011

El Ciudadano en General es la persona que forma parte de una comunidad política. La condición de miembro de dicha comunidad se conoce como ciudadanía, y conlleva una serie de deberes y una serie de derechos que cada ciudadano debe respetar y hacer que se cumplan como un ciudadano. Etimológicamente, el término tiene su origen en ciudad ((Del lat. civĭtas, -ātis), ya que originalmente ésta era la unidad política más importante. Con el tiempo la unidad política pasó a ser el Estado y, hoy en día, nos referimos a ciudadanos y ciudadanas respecto a un Estado (por ejemplo, ciudadanos españoles).

La ciudadanía se puede definir como "El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público."

Una manera de obtener la ciudadanía es por voluntad expresa de adquirir la nacionalidad. En la Instrucción de 4 de noviembre de 2008, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre el derecho de opción a la nacionalidad española establecido en la disposición adicional séptima de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, con relación a la “Naturaleza y características del derecho de opción a la nacionalidad española” se lee:[1]
La opción es un modo de adquirir la nacionalidad española que requiere la voluntad expresa de la persona interesada, formulada ante el órgano o empleado público designado en la Ley, en este caso los Encargados de los Registros Civiles Municipales y Consulares. Si el artículo 20 del Código Civil configura el derecho a optar a la nacionalidad española como un modo de adquisición derivativo, en la regulación contenida en la precitada Disposición Adicional séptima, el legislador dispensa un tratamiento jurídico más beneficioso, al atribuir la cualidad de español de origen a quienes se encuentren en alguno de los dos supuestos regulados y cumplan las demás formalidades exigidas en el Código Civil.
Por tanto, dicha opción presenta notables diferencias respecto a la opción regulada en el artículo 20.1.b) del Código Civil que pueden sintetizarse de la manera siguiente:
a) El derecho de opción regulado en el artículo 20.1.b) del Código Civil da lugar a la adquisición de la nacionalidad derivativa, es decir, no confiere la cualidad de español de origen, como sí ocurre en los dos supuestos regulados en la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007.
b) El artículo 20.1.b) limita la posibilidad de optar a la nacionalidad española, al excluir a descendientes de españoles de origen que no puedan probar el nacimiento en España de sus progenitores, lo que no sucede en la presente regulación. c) Los dos supuestos regulados en la precitada Ley contienen un plazo de caducidad de dos años contados desde la entrada en vigor de la Disposición Adicional séptima, la cual tendrá lugar a partir de un año desde la publicación de la Ley de referencia en el Boletín Oficial del Estado, es decir, a partir del 27 de diciembre de 2008. Dicho plazo podrá ser prorrogado por Acuerdo del Consejo de Ministros. d) El derecho de opción regulado en los números 1 y 2 de la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007, como forma de adquisición originaria de la nacionalidad española, no requiere la renuncia a la nacionalidad anterior, puesto que la renuncia en puridad, está reservada para quienes adquieren la nacionalidad española de manera derivativa, es decir, por opción, carta de naturaleza y residencia (Cf. Artículo 23 del Código Civil).
Son notas comunes a la opción regulada en el artículo 20.1.b) del Código Civil y a la regulada en la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, las siguientes:
a) En ninguna de las dos modalidades se exige un límite de edad para su ejercicio.
b) Para el ejercicio de la opción regulada en el artículo 20.1.b) del Código Civil y la regulada en los supuestos relacionados en la Disposición Adicional séptima analizada, los interesados mayores de edad deben cumplir las condiciones exigidas por los artículos 20 y 23 del Código Civil, excepto, como consta en la directriz quinta, la renuncia a la nacionalidad anterior.

Por otra parte en la Instrucción de 4 de noviembre de 2008, también se lee:
Conforme a la Disposición Adicional séptima de la Ley 52/2007, podrán optar a la nacionalidad española de origen las personas cuyo padre o madre hubiese sido originariamente español, así como aquellas cuyo abuelo o abuela español hubiera perdido o tenido que renunciar a la nacionalidad española como consecuencia del exilio. En ambos casos será necesario que formalicen la declaración de opción en el plazo de dos años desde la entrada en vigor de la citada Disposición Adicional sin perjuicio de la posibilidad de prórroga de dicho plazo, por un año más, mediante Acuerdo del Consejo de Ministros.”

Aun cuando nos e sea nacionalizado español igualmente se reconocen ciertos derechos como ciudadano como se desprende de la ley vigente. La Ley 15/2008, de 5 de diciembre, de la Generalitat, de Integración de las Personas Inmigrantes en la Comunitat Valenciana, Artículo 2, entiende por persona inmigrantea todo extranjero al que no se le aplique el régimen comunitario que se encuentre en la Comunitat Valenciana en cualquiera de las situaciones administrativas previstas en la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social”.[2]  Según la Ley Orgánica 4/2000, “los extranjeros gozarán en España de los derechos y libertades reconocidos en el Título I de la Constitución en los términos establecidos en los Tratados internacionales, en esta Ley y en las que regulen el ejercicio de cada uno de ellos. Como criterio interpretativo general, se entenderá que los extranjeros ejercitan los derechos que les reconoce esta Ley en condiciones de igualdad con los españoles”. E igualmente se afirma en el Artículo 4, que “Todos los extranjeros a los que se haya expedido un visado o una autorización para permanecer en España por un período superior a seis meses, obtendrán la tarjeta de identidad de extranjero, que deberán solicitar personalmente en el plazo de un mes desde su entrada en España o desde que se conceda la autorización, respectivamente. Estarán exceptuados de dicha obligación los titulares de un visado de residencia y trabajo de temporada”.[3]
Por otra parte el Artículo 6 de la Ley Orgánica 4/2000 al hablar de la Participación pública, señala que: 1. Los extranjeros residentes en España podrán ser titulares del derecho de sufragio, en las elecciones municipales, en los términos establecidos en la Constitución, en los tratados internacionales, en su caso, y en la Ley; y que, 2. Los extranjeros residentes, empadronados en un municipio, tienen todos los derechos establecidos por tal concepto en la legislación de bases de régimen local, pudiendo ser oídos en los asuntos que les afecten de acuerdo con lo que disponga la normativa de aplicación.

No es suficiente para ejercer como ciudadano el tener una tarjeta de identidad de extranjero, igualmente se requiere el derecho a sufragar, pero es evidente que no todos los ciudadanos pueden ejercer el sufragio.

El derecho de sufragio es el derecho que tienen los ciudadanos a participar en un proceso electoral. La participación en unas elecciones puede ejercerse de dos maneras: mediante el sufragio activo, que es el derecho a votar para elegir representantes, o mediante el sufragio pasivo, que es el derecho a presentarse a unas elecciones para ser elegido representante. Para votar en unas elecciones es necesario tener la nacionalidad española. Hay dos excepciones a esta norma:
1. En las elecciones al Parlamento Europeo pueden también votar los ciudadanos de la Unión Europea residentes en España que manifiesten su deseo de ejercer el derecho de voto en nuestro país; y, 2. En las elecciones municipales, pueden votar, en las condiciones citadas, los ciudadanos de la Unión Europa residentes en España, así como los de países que otorguen a los ciudadanos españoles el derecho de sufragio pasivo en sus elecciones municipales. El único país con el que España mantiene un convenio de reciprocidad electoral es Noruega.
Por tanto, el requisito de nacionalidad española indicado por la ley electoral se aplica sólo a las Elecciones Generales (Congreso de los Diputados y Senado) y a las de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas. En este último supuesto, las leyes electorales autonómicas definen como electores a quienes ostenten la condición política de ciudadanos de la Comunidad Autónoma respectiva, es decir, aquellos que tengan la condición de vecino en cualquiera de los municipios integrados en el territorio de la comunidad de que se trate.[4]

El derecho de sufragio activo corresponde a los españoles, mayores de edad, que no estén incapacitados legalmente y que figuren inscritos en el Censo Electoral. Eso significa que para poder votar en unas elecciones generales es preciso tener la nacionalidad española. Hay dos  excepciones a esta norma que se aplican en otros procesos: 1. En las elecciones al Parlamento Europeo pueden también votar los ciudadanos de la Unión Europea residentes en España que manifiesten su deseo de ejercer el derecho de voto en nuestro país; 2. En las elecciones municipales, pueden votar, en las condiciones citadas, los ciudadanos de la Unión Europa residentes en España, así como los de países que otorguen a los ciudadanos españoles el derecho de sufragio pasivo en sus elecciones municipales y se haya firmado un tratado de reciprocidad. Además de con Noruega, que fue el primer país con el que se firmó un Canje de Notas constitutivo de Acuerdo el 6 de febrero  de 1990, se habían firmado tratados similares con Países Bajos, Dinamarca y Suecia, antes de su integración en la UE. Desde 2009 se han firmado también con Argentina, Colombia, Perú, República de Trinidad y Tobago, Chile, Ecuador, Cabo Verde, Paraguay, Islandia, Nueva Zelanda, Bolivia y Uruguay.[5]

Por tanto, el requisito de nacionalidad española indicado por la ley electoral se aplica sólo a las Elecciones Generales (Congreso de los Diputados y Senado) y a las de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas.

Concluyendo, sólo pueden ejercer como ciudadanos los provenientes de aquellos países que otorguen a los ciudadanos españoles el derecho de sufragio pasivo en sus elecciones municipales y se haya firmado un tratado de reciprocidad.



[1] Instrucción de 4 de noviembre de 2008, de la Dirección General de los Registros y del Notariado, sobre el derecho de opción a la nacionalidad española establecido en la disposición adicional séptima de la Ley 52/2007, de 26 de diciembre. Disponible en: http://www.boe.es/aeboe/consultas/bases_datos/doc.php?coleccion=iberlex&id=2008/19036&txtlen=1000 Visitado 23.02.11.
[2] Ley 15/2008, de 5 de diciembre, de la Generalitat, de Integración de las Personas Inmigrantes en la Comunitat Valenciana. Disponible en: http://noticias.juridicas.com/base_datos/CCAA/va-l15-2008.t1.html#a1 Visitado 23.02.11.
[3] Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social. Disponible en: http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/lo4-2000.t1.html#a3 Visitado 23.02.11.
[4] Electores y elegibles: el derecho de sufragio. Disponible en: http://www.portalelectoral.es/content/view/29/35/ Visitado 23.02.11.
[5] Sufragio: ¿pueden votar los extranjeros? Disponible en: http://www.portalelectoral.es/content/view/134/25/ Visitado 23.02.11.

Programa Voluntario de Comprensión de la Sociedad Valenciana: Una asignatura pendiente de éxito.

Por Manuel Antonio Velandia Mora
España, febrero de 2011

·         Asunto sobre el que se participa: Solicitud de autorización para impartir el Programa Voluntario de Comprensión de la Sociedad Valenciana. Escuelas de acogida, Programa Voluntario de Comprensión de la Sociedad Valenciana.

·         Organizador: Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía.

·         Plazos: La solicitud de autorización para impartir el Programa Voluntario de Comprensión de la Sociedad Valenciana Escuela de Acogida podrá presentarse durante todo el año.

·         Medios de Difusión: Internet. Disponible en: http://www.cic.gva.es/index.php?option=com_content&task=view&id=1472&Itemid=25 Visitado 23.02.11

·         Canales de Participación: Podrán obtener la autorización para la impartición del Programa Voluntario de Comprensión de la Sociedad Valenciana Escuela de Acogida:
o    1) Los agentes sociales.
o    2) Las entidades locales.
o    3) Las universidades y colegios profesionales.
o    4) Las asociaciones de entidades locales previstas en el Título VI de la Ley 8/2010, de 23 de junio, de la Generalitat, de Régimen Local de la Comunitat Valenciana.

·         Regulación del instrumento o mecanismo.
Detalle de los Procedimientos. Disponibles en: http://www.gva.es/portal/page/portal/inicio/procedimientos?id_proc=15554  Visitado 23.02.11
Se publican las Instrucciones para la tramitación telemática Disponible en: http://www.csc.gva.es/images/stories/cic/Explicacin_procedimiento_generico.pdf Visitado 23.02.11

·         Resultados: para analizar los resultados se crea la Comisión de Seguimiento y Actualización del Programa Escuelas de Acogida, como órgano colegiado de seguimiento y actualización del programa voluntario de comprensión de la sociedad valenciana Escuela de Acogida, adscrito a la dirección general competente en materia de integración de las personas inmigrantes. (Orden 11/2010, de 27 de septiembre, de la Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía, por la que se regula la autorización para la impartición del programa voluntario de comprensión de la sociedad valenciana Escuela de Acogida -DOCV de 4 de octubre de 2010-.TÍTULO V/ Comisión de seguimiento y actualización del programa/ Artículo 16. Creación) Disponible en: http://www.iustel.com/v2/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1045003 Visitado 23.02.11

·         Comentario personal razonado.
Uno de los graves problemas de las escuelas de acogida es que se les exige por ejemplo, un local en el que se imparta el programa, que el profesorado que imparta el contenido del programa deberá ser diplomado o licenciado en especialidades que guarden relación con las materias a impartir, o condiciones relativas a la actividad, pero no se evalúa el éxito o tenido, pues solo se valora el número de personas y las horas en la formación, pero no la calidad misma de ésta.

Al analizar las funciones de la Comisión de Seguimiento y Actualización (1. Gestión y coordinación de las actividades formativas del programa; 2. Evaluar el grado de cumplimiento; 3. Concretar el modelo de indicadores a desarrollar y proponer estos indicadores para el seguimiento del cumplimiento de objetivos; y, 4. Proponer modificaciones puntuales para una actualización permanente del programa voluntario de comprensión de la sociedad valenciana Escuela de Acogida) es evidente que la calidad no importa, porque esta no hace parte de los objetivos y además porque los programas tal y como están concebidos no contribuyen a la integración, ya que esta no puede ser unidireccional sino bidireccional que es como hay interacción, interafectación e interdependencia, elementos claves para que emerja la integración y la convivencia.

La Ley 15/2008, de 5 de diciembre, de integración de las personas inmigrantes en la Comunitat Valenciana. En el Artículo 4. Fines de la integración sostiene que estos son[1]1. Garantizar el máximo nivel de desarrollo y aplicación de los valores, principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, en el Estatut d'Autonomia de la Comunitat Valenciana y en el resto del ordenamiento jurídico; 2. La plena incorporación de las personas inmigrantes al desarrollo cultural, laboral, institucional y político de la sociedad civil valenciana, contribuyendo así a la erradicación de toda clase de racismo o xenofobia; y, 3. Mantenimiento de la identidad propia de la Comunitat Valenciana, respetando la diversidad cultural dentro del marco constitucional. Sin embargo con estos fine es evidente que no se alcanza la integración, pues esta no consiste únicamente en conocer valores, principios, derechos y deberes o buscar la erradicación de toda clase de racismo o xenofobia o menos aun en conocer la identidad propia de la Comunitat Valenciana, sino en hacerse ciudadano, en convivir como tal, en construir una identidad, y para ello se hace necesario no solo conocer un discurso conceptual (como estrategia didáctica para trasmitir conocimientos, olvidando que los conocimientos son la emergencia de la interacción ), sino conocerse mutuamente, experienciar-se y emocionar-se en la cotidianidad.
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[1] Ley 15/2008, de 5 de diciembre, de integración de las personas inmigrantes en la Comunitat Valenciana.  Disponible en: http://www.boe.es/boe/dias/2009/01/10/pdfs/BOE-A-2009-442.pdf  Visitado 23.02.11:

jueves, 20 de enero de 2011

Cinco problemas y sus posibles soluciones, respecto al hecho migratorio y a la interculturalidad


Manuel Antonio Velandia Mora


Alicante, Enero de 2011

La homogeneidad y la estabilidad son caracteres culturales de contextos culturales en aislamiento, no es,  de ningún modo, la situación de los espacios culturales de las sociedades móviles desarrolladas; lo otro es lo propio de las culturas más primitivas (…) lo que plantea el interculturalismo no son los contactos entre Estados, sino los contactos entre  personas, las cuales son el vehículo propio y el continente de los elementos y componentes esenciales de las culturas (García, 1992).[1]

Problemas de los procesos interculturales:
No participación de todos los sectores implicados, especialmente de los autóctonos: Expongo una visión más integral e integradora que debería tener en cuenta una perspectiva más amplia en la que quepan no solo los inmigrantes y las agencias. Propongo, en consecuencia, una visión más sistémica y por tanto más interrelacional, interafectante e interdependiente entre los diferentes agentes de integración, en el que los autóctonos juegan un papel determinante en el proceso de integración y no solo lo tienen los inmigrantes y las instancias que se encargan de los procesos de integración que como se ve en el gráfico de la derecha, igualmente son una triada conformada por los formuladores de políticas, los Expertos que laboran en las organizaciones sociales estatales y por las Organizaciones sociales privadas que apoyan los procesos de integración.

Horizontalidad en las relaciones
Para alcanzar relaciones más reales estas no pueden ser ni horizontales ni verticales, ya que en la visión sistémica no hay ni un arriba ni un abajo sino como ya se ha afirmado una permanente interrelación, interafectación e interdependencia. Es decir que dadas las relaciones que se requieran los agentes que orienten el proceso deben ser los que este requiera y no los que el “deber ser” propone, es decir que sean los políticos y sus agentes quienes planteen las necesidades, alternativas, respuestas y ejecuciones. Por ello se requiere que las organizaciones sociales estatales que laboran en la integración del inmigrante creen las condiciones para que haya una percepción clara del papel preponderante del sector privado y de la sociedad civil en la gestión óptima de la integración de los migrantes.

Transformaciones en la cohesión social
Es determinante comprender y asumir las transformaciones que se suceden en la cohesión social en el seno de las comunidades de acogida dado que éstas generan a su vez una necesidad no satisfecha en la que el autóctono no recibe la formación necesaria y apropiada orientada a integrar adecuadamente a un creciente número de migrantes. El autóctono no está preparado para la inmigración, esta dificultad se acrecienta cuando la crisis económica conlleva transformaciones sociales, políticas, laborales y relacionales además de las económicas. Las explicaciones implican una comprensión real de la problemática. El Servicio de Asesoría de Inmigración de UGT en Burgos ha recogido, en colaboración con colectivos sociales, un decálogo con los más reiterados[2]: 1. Abusan de la sanidad pública; 2. Vienen a cometer delitos; 3. Nos quitan el trabajo y no tienen formación; 4. Bajan el nivel de la Educación; 5. No se adaptan a nuestras costumbres; 6. Tienen muchos hijos y copan las ayudas familiares; 7. Copan las ayudas sociales; 8. Se dedican a la prostitución; 9. Tienen costumbres como la poligamia; y, 10. La ablación.
Una verdadera re-construcción de estos imaginarios ayudaría a entender que la xenofobia se fundamenta más en falsas creencias que en razones verdaderas y científicamente fundadas.

Aprender a convivir
Jacques Delors insistió en ese aprender a lo largo de la existencia y sobre la necesidad de educar para la convivencia con los pilares que son aprender a conocer, aprender a hacer y sobre todo a ser, a partir de este argumento considero necesario un proceso de  aprendizaje a partir de la convivencia que empieza cuando aprendemos a reconocer a la otra persona, su fragilidad, aceptamos las diferencias y las integramos en coherencias que enriquecen la vida, siendo responsables por la sociedad en que vivimos. Para aprender a convivir debemos iniciar por auto conocimiento y aceptación del ser, desde este punto podemos respetar al otro y compartir un mismo espacio común en las diferencias, trabajando en equipo con objetivos claros e interesantes en donde haya un feed -back continuo. Asumo la convivencia como una construcción en la que somos creadores de nuestra propia existencia y relaciones sociales, y en esta misma medida también somos constructores del mundo que vivimos y de aquel en el que nos gustaría vivir.

Problemas de los procesos interculturales entre personas que “hablan la misma lengua”
El reconocimiento del lenguaje como “generador de mundos” juega un papel determinante en una ética no positivista en la que se debe comprender que la lengua y sus sentidos se convierten en barreras comunicacionales que entorpecen las relaciones y por tanto el establecimiento del vinculo y las oportunidades que se desprenden de la socialización. Por ejemplo en el uso del español, para este idioma se comparte el mismo código lingüístico y los mapas conceptuales genéricos entre los países iberoamericanos, pero cuando un sujeto se desplaza entre países e incluso entre comunidades autónomas se ve en la imperiosa necesidad de recurrir a la interrelación dialéctica que produce el lenguaje en el sistema de representaciones y manifestaciones de una cultura, para así adaptarse a un contexto que elimina lo perteneciente a la terminología, el discurso y el contexto relacional -y de poder- propios del migrante. Desde esta perspectiva epistemológica se desprende  una ontología no objetiva, a la que algunos autores han denominado de la “objetividad entre paréntesis”, es decir la ontología de la constitutividad que posibilita pasar del uni-verso o la única explicación posible, al multi-verso o a la aceptación de diferentes explicaciones ante un mismo hecho, elemento fundamental para la comprensión y la vivencia de la interculturalidad. Recordemos que literalmente, el concepto de interculturalidad hace alusión a los encuentros que se producen entre sujetos de distintas culturas, desde este punto de vista, la humanidad es y ha sido siempre intercultural, y son excepción los grupos que viven o han vivido permanentemente aislados.
Otro aspecto a tener en cuenta serían las emociones ya que estas son determinantes en el proceso de construcción de relaciones que posibilitan la vivencia intercultural. Somos seres emocionales que actuamos e incluso explicamos el mundo, más que seres racionales. Las emociones son los motores de la acción humana, en tal sentido no se puede obviar el emocionar de los diferentes agentes de socialización, porque es con base en dicho emocionar que aceptamos, rechazamos o nos son indiferentes los migrantes y los autóctonos.




[1] García Carrasco, Joaquín (1992) Bases sociales y antropológicas  de la educación intercultural En: Educación intercultural en la perspectiva de la Europa unida. Vol. 1, Salamanca. Sociedad Española de Pedagogía. Pp. 15-37

BIDIRECCIONALIDAD HERRAMIENTA DE INTEGRACIÓN ENTRE INMIGRANTES Y AUTÓCTONOS



Manuel Antonio Velandia Mora

Enero de 2011, España
investigadormanuelvelandia@gmail.com

Plantea Guillermo Vansteenberghe (2009) que el proceso integrador adolece de bidireccionalidad por cuanto este se fundamenta en una visión que parte desde la sociedad de acogida hacía la de inmigración, recayendo casi todo el peso de la integración sobre los nuevos vecinos. Desde esta perspectiva la población de acogida se ve privada del esfuerzo creador que supone convivir con nuevas realidades culturales, perdiendo con ello la posibilidad de competir en igualdad de condiciones con la sociedad inmigrante a la hora de adquirir nuevos conocimientos y habilidades, ver reducido su esfuerzo de convivencia solo a la cesión de espacios, demasiado poco para un proceso de enriquecimiento mutuo importante.

Conclusiones
  1. No existe una verdadera sensibilización del fenómeno de la inmigración e integración de esta para españoles;
  2. No se ha conseguido formar a su funcionariado de manera continuada para abordar las distintas realidades de la inmigración;
  3. Pocos cursos han incluido como objetivo aumentar los conocimientos de la población receptora sobre la realidad inmigrante como base para lograr el acercamiento mutuo,
  4. Las redes de la administración no son complementadas por la intervención de las asociaciones sociales y privadas en aras de una colaboración necesaria para realizar esta integración que solo es factible con la intervención de todos;
  5. Se requiere prevenir situaciones de exclusión y una normalización laboral a través de la formación para el empleo y el acceso y la promoción en el mercado formal del trabajo.

Explicación

Siendo consecuente con la explicación que propongo a continuación argumento la explicación de manera conjunta para las cinco conclusiones.
Desde una visión epistemológica lineal positivista[1] las relaciones se consideran verticales y con una estructura piramidal, cuando se pretende avanzar en dicha perspectiva se asume que las relaciones de poder deben ser verticales (monodireccionalidad); sin embargo, si cambiamos de epistemología y pasamos a una perspectiva sistémica necesariamente cambian las maneras de concebir las relaciones (como mínimo serían bidireccionales[2]).
Los fenómenos de la inmigración y la integración de los inmigrantes requieren una comprensión diferente, propongo una perspectiva epistemológica, ontológica y pragmática emergente: es necesario pasar de la epistemología positivista a una epistemología sistémica; de una ontología Objetiva o subjetiva a una ontología constitutiva; y de una pragmática lineal objetiva que parte de la repetición de aquello que ha demostrado éxito a una pragmática del mejoramiento continuo en la que incluso aquello que es exitoso puede ser mejorado, con una salvedad que es que en los casos de la integración de los inmigrantes y del fenómeno de la inmigración no se han investigado los resultados, y se parte de presupuestos de éxito con los que se valida y se consolida como respuesta apropiada aquello que hasta el momento se ha hecho y que parece “tener éxito”.

Teoría de Sistemas: Estructura multinivelada
Un principio de la teoría sistémica es que en un sistema hay una “Estructura multinivelada”, este principio explica que en la naturaleza no hay un arriba ni un abajo ni se dan jerarquías, solo hay redes dentro de redes. En tal perspectiva conceptos como verticalidad y horizontalidad no tiene sentido cuando de resolver una cuestión relacional se trata.
Vansteenberghe (2010) afirma que vivimos en paralelo; entiendo que este autor lo que afirma es que existe una relación no vinculativa en la que se establecen relaciones pero sin transgredir (entiéndase como cualquier forma de transformación del vinculo) los limites. Las relaciones de poder entre inmigrantes y autóctonos plantean precisamente una vinculación en la que los españoles (los autóctonos, en este caso) están arriba y los demás abajo, por supuesto conceptos como igualdad y equidad aquí no son posibles, pero podría decirse que hay inmigrantes que los autóctonos perciben que están más abajo que otros; de ahí que en los diálogos cotidianos se precisen diferencias entre los inmigrantes y se asuman diferente a los europeos (todos menos los españoles), comunitarios, extranjeros (norteamericanos, canadienses e ingleses), inmigrantes, siendo estos últimos los latinos, y por último los gitanos. Los rumanos son un grupo que debido a la política internacional de la Unión Europea han cambian do de estatus pero que aun no tiene una acepción común que los defina.

Ontología constitutiva
En la ontología constitutiva se tienen en cuenta tres aspectos bien importantes e interrelacionados, interafectados e interdependientes: los dominios del cuerpo, de la emocionalidad y del lenguaje. Aquí nos centraremos en las emociones y el lenguaje.
Plantea Velandia (2010a) que con el lenguaje se desató la fuerza de la reflexión y del pensamiento racional, cuyos frutos fueron a su vez la invención de la filosofía y el pensamiento científico. El interés por el pensamiento certero condujo a que se desarrollara la lógica y mediante ésta se marcó la ruta del pensamiento válido, verdadero y, en consecuencia el rechazo a las ideas falsas. De esta manera nace la racionalidad, fundamento del pensamiento occidental.
La razón es lo que nos hace diferentes de las otras especies; es mediante ella que asimos el ser de las cosas, asumiendo que las cosas son lo que son, de acuerdo con su ser. Creímos que para todas las preguntas existía una repuesta verdadera, accesible mediante el pensamiento racional, lo que conllevó a asumir que éramos capaces mediante la razón de conocer el verdadero ser de todo lo que nos rodeaba.
Esta situación trajo como consecuencia el minimizar el papel jugado por el lenguaje; éste tenía ahora un papel nulo en la constitución de nosotros(as) mismos(as) y del mundo, dado que sólo era un instrumento para describir cómo son las cosas, su ser y, en consecuencia se asumió que el ser precedía al lenguaje. Esta concepción implica que la realidad ya está ahí, mucho antes que el lenguaje y, que el papel de éste es el de representar y dar cuenta de lo existente, es decir, permitir hablar de esa realidad.
Aun en la actualidad, el sentido común se basa en estos supuestos metafísicos y cartesianos. Con ello no queremos decir que hoy pensamos de la misma manera que en ese entonces, pero es necesario tener en cuenta que a pesar de muchos cambios frente a la comprensión de las cosas, en esencia hemos mantenido los supuestos metafísicos básicos, es decir, que hemos evolucionado dentro de esta deriva metafísica.
En el momento histórico que estamos viviendo, presenciamos nuevamente una revolución en la forma de comunicarnos con los(as) demás, resultado de importantes innovaciones tecnológicas: el lenguaje electrónico. Este lenguaje ha incidido profundamente en la forma en que convivimos, en el pensar sobre nosotros(as) mismos(as) y sobre el mundo (se eliminan los problemas de la distancia, se revalúa la sincronía y asincronía en el tiempo, las limitaciones físicas ya no son determinantes en la relación con los otros) y en la forma en que ocurre el cambio en la vida humana, tanto que hoy día el cambio es un aspecto permanente de la vida, por lo que nada permanece igual por demasiado tiempo.
Desde la teoría de Echeverría, un postulado inicial con relación a la ontología, es que “cada planteamiento hecho por un observador nos habla del tipo de observador que ese observador considera que es... Hagamos lo que hagamos, digamos lo que digamos, siempre se revela en ello una cierta comprensión de lo que es posible para los seres humanos y, por lo tanto, una ontología subyacente” (Echeverría, 1996), es decir, que cada vez que actuamos o decimos algo, no sólo se manifiesta el objeto sobre el cual actuamos o decimos, sino que principalmente se manifiesta una interpretación de lo que significa ser humano y, por lo tanto, una ontología.
La mayor fuerza de la ontología del lenguaje se encuentra en la interpretación que proporciona sobre el individuo, dado que lo trata a él y a su mundo como construcciones lingüísticas, ofreciendo con ello una mayor expansión de posibilidades humanas.
Los seres humanos viven en el lenguaje y, éste es la clave para comprender los fenómenos humanos. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que los seres humanos no son sólo seres lingüísticos, la existencia humana reconoce tres dominios principales, autónomos pero con relaciones de coherencia entre sí: los dominios del cuerpo, de la emocionalidad y del lenguaje.
Por mucho tiempo ha prevalecido la postura según la cual el lenguaje nos posibilita hablar sobre las cosas; es un instrumento que nos permite describir lo que percibimos o expresar lo que sentimos y, con ello se ha asumido como una capacidad pasiva. En esta medida, la realidad se convierte en antecesora del lenguaje y éste como el mecanismo para dar cuenta de ella.
Desde una nueva perspectiva, basada en los desarrollos ya comentados, se hace un reconocimiento del lenguaje no sólo desde la posibilidad de hablar sobre las cosas, sino fundamentalmente como lo que hace que sucedan las cosas. En esta medida hay una transición del lenguaje pasivo a un lenguaje generativo: el lenguaje no sólo permite describir realidades, también las crea, genera ser. La forma en que una realidad externa existe para cada ser humano es lingüística; cuando algo se convierte en parte de nuestras vidas, cuando la realidad externa existe para nosotros(as), ya no es externa y la hacemos existir para nosotros(as) en el lenguaje.
Al conceder al lenguaje la característica de ser generativo, decimos que es acción, es decir, que no sólo a través de él hablamos de las cosas, sino que nos brinda la capacidad de alterar el curso de los acontecimientos: hacemos que las cosas ocurran, creamos realidades, modelamos el futuro, nuestra identidad y el mundo en que vivimos. Por ejemplo, al decirle sí o no a alguna persona que nos está proponiendo algo, creamos opciones diversas, abrimos o cerramos posibilidades para sí mismos(as) y para otros(as), interviniendo activamente en el curso de los acontecimientos.
La forma como operamos en el lenguaje es el factor que define la manera como seremos vistos por los(as) demás y por nosotros(as) mismos(as). Distintos mundos emergen según el tipo de distinciones lingüísticas que seamos capaces de hacer y de las formas de relacionarlas entre sí.
El ser humano no es de una forma terminada ni permanente, es un espacio de posibilidad hacia su propia creación y, ello gracias –como ya lo hemos visto- a la capacidad generativa del lenguaje.
Esta interpretación nos posibilita ganar dominio sobre nuestra propia vida, al ser protagonistas en el diseño del tipo de ser que queremos llegar a ser, asumiendo que como seres humanos estamos en un proceso permanente de invención. Somos el relato que nosotros(as) y los(as) demás contamos de nosotros(as) mismos(as) y, al modificar ese relato, modificamos lo que somos.
Es en éste aspecto en que se ubica una de las mayores contribuciones de la ontología del lenguaje: el ofrecimiento a las personas para inventar y regenerar un sentido en sus vidas. Este planteamiento nos cuestiona sobre el hecho de que no podemos esperar siempre que la vida genere por sí misma el sentido que requerimos para vivirla y, de manera paralela nos muestra cómo es posible generar sentido mediante el lenguaje, inventando permanentemente relatos y acciones que nos permiten trascender como personas y, por ende, asumirnos como constructoras(es) y transformadoras(es) del mundo.
Fruto de los anteriores postulados básicos se desprenden tres principios generales de la propuesta de la ontología del lenguaje que, de asumirse, trae cambios radicales en nuestra forma de ser y estar en el mundo:
•          No sabemos cómo son las cosas. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.
•          Si asumimos esta postura, necesariamente abandonamos toda pretensión de acceso a la verdad. Recordemos que ser y verdad son dos bases fundamentales de la concepción metafísica; por tanto, si ponemos en duda el acceso al ser, al cómo son las cosas, se pone en duda también cualquier pretensión de acceso a la verdad.
•          Nos constituimos como personas desde el sistema de relaciones que mantenemos con los(as) demás, es decir, que somos componentes de un sistema social más amplio, el lenguaje. Nuestra posición dentro de este sistema es lo que nos hace ser los individuos particulares que somos, por tanto, es necesario mirar la relación entre el sistema social y el individuo, dada su retroalimentación.
Tomando en cuenta todos los elementos hasta ahora mencionados, podemos afirmar que el hecho de que una persona esté oyendo no implica que esté escuchando, es decir, que existen ciertas condiciones requeridas para que “el escuchar” pueda ocurrir. Hemos comentado que cuando escuchamos no somos receptores pasivos de lo que se dice, en consecuencia somos activos productores de narrativas, de historias, por lo que las personas que saben escuchar son capaces de interpretar momento a momento lo que las personas están diciendo y haciendo. Como desde esta perspectiva asumimos que el escuchar es una acción, podemos asumir que en tanto acción es susceptible de ser diseñada y puede basarse en competencias que se pueden aprender. Esto es de gran importancia si aceptamos como lo afirma Vansteenberghe, que “lo primero que hace falta es un conocimiento mutuo (tener un conocimiento suficiente del otro)”.
Para escuchar debemos generar el espacio para que el/la otro(a) hable y utilizar la pregunta como dispositivo que permita comprender, develar concepciones, reflexionar y darse cuenta de lo que sucede, así como mirar las cosas desde diferentes puntos de vista y de manera sistémica. Maturana sostiene que la aceptación del/de la otro(a) como un legítimo otro(a) es un requisito esencial del lenguaje, porque de no hacerlo el escuchar estará siempre limitado y se obstruirá la comunicación entre los seres humanos. Cada vez que rechazamos a otro ser humano limitamos nuestra capacidad de escucha.
En la convivencia tanto de los autóctonos como de los inmigrantes, así como en cualquier otro trabajo en equipo o en las relaciones en la vida cotidiana, es de gran importancia tener en cuenta que quienes participan en la comunicación lo hacen desde su propia manera de ver, interpretar y emocionarse frente al mundo, ya sea que participen del acto comunicativo como emisor o como escucha. Esa manera particular de ver, interpretar y emocionarse se refleja en el verso que cada uno construye, en consecuencia cada sujeto tiene un verso que le es particular y, desde este uni-verso construye sus relaciones, se afecta por lo que otros(as) comunican y valora lo que capta a través de sus sentidos. En tanto, todo verso diferente al nuestro nos es ajeno y se constituye para nosotros en otro verso. Lo que cada uno(a) de los(as) demás expresa se establece en y para mí en un multiverso.
Esta diversidad de versos se constituye entonces en uno de los mayores impedimentos para una convivencia solidaria y democrática y, en especial para la construcción del conocimiento en el trabajo en equipo, dado que debido a nuestra emocionalidad solemos interpretar lo que el otro o la otra comunica, no como una manera diferente de ver, interpretar y, expresarse, sino como una afrenta personal que ubica al otro o a la otra (maestro, estudiante, compañera de trabajo, etc.), en el polo opuesto del mundo en que vivimos o que tratamos de explicar. De lo anterior se deriva la importancia de comprender cómo nos afectan las emociones en la construcción del conocimiento cuando se trabaja en equipo.

Biología del emocionar
Velandia (2010 b) considera que el cerebro funciona como un sistema, por tanto, es más que la suma de todas sus partes. Las emergencias del cerebro no se producen en una sola neurona, sino en muchas de ellas que trabajan conjunta y simultáneamente. Cada grupo de neuronas se encarga de un proceso y posibilita diferentes habilidades físicas más desarrolladas como el lenguaje o la memoria, o menos desarrolladas como el movimiento. La forma, el color, la temperatura se procesan separadamente y sumándolas tenemos una “visión coherente” del mundo. Las habilidades menos desarrolladas se realizan automáticamente sin pensarlas y son ordenadas desde el cerebelo. Una actividad que se ha practicado reiteradamente es aprendida por el cerebelo y realizada automáticamente. El cerebelo da el comando necesario al resto del cuerpo mandando instrucciones sin que nos percatemos de ello; de hecho su funcionamiento es más preciso cuando se realiza sin que se haga conscientemente. Desde el cerebelo estamos igualmente en capacidad de usar cualquier herramienta y hacerla una extensión de nuestro cuerpo; con ella estamos en capacidad de modificar el mundo.
Estudios realizados por Humberto Maturana, Daniel Goleman, Antonio Damasio, Claude Steiner, Richard Davison, Tom Jennings y Joseph Le Doux, entre otros, demuestran que las emociones juegan un papel fundamental en nuestras relaciones con nuestros semejantes y con el entorno. Durante mucho tiempo se pensó que nuestro cerebro estaba dividido en dos y, por tanto, también lo estaban sus procesos y funciones; que el pensamiento era una cosa y las emociones otra y, que cuando las emociones interferían en el pensamiento perdíamos grandes posibilidades como seres racionales que éramos. Actualmente se sabe que existe una relación muy armónica e integrada entre las áreas de las emociones y las áreas del pensamiento y, que se afectan mutuamente.
Daniel Goleman (1996) plantea en “La Inteligencia Emocional” que una visión de la naturaleza humana que pasa por alto el poder de las emociones es lamentablemente miope y, que el mismo nombre de Homo Sapiens, la especie pensante, resulta engañoso a la luz de la nueva valoración y visión que ofrece la ciencia con respecto al lugar que ocupan las emociones en nuestra vida. Este autor alega que en un sentido muy real tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente. Estas dos formas fundamentalmente diferentes de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental. La mente racional es la forma de comprensión de lo que somos típicamente conscientes: más destacada en cuanto a la conciencia, reflexiva, capaz de analizar y meditar. Pero junto a ésta existe otro sistema de conocimiento impulsivo y poderoso, aunque a veces ilógico: la mente emocional.
Según lo expresa Richard Davison (2001) de la Universidad de Wisconsin, Madison, tenemos emociones específicas que son parte de nuestro repertorio para pensar, pues ellas nos ayudan a resolver problemas. Para él, la rabia, por ejemplo, es un paquete de respuestas que facilitan nuestra capacidad de eliminar obstáculos que se encuentran en nuestro camino para lograr metas y, el miedo tiene como principal objetivo poner fuera de peligro al organismo, de modo que podemos huir de un predador o quedar paralizados ante su presencia. Para él, el problema surge cuando una emoción persiste durante más tiempo del que realmente debiera durar.
Cuando se presenta cualquier situación, la amígdala se activa rápidamente y recluta a las demás áreas del cerebro para manejar dicha circunstancia. Ese hecho puede ser tanto una situación de peligro como el encuentro con alguien que amamos o un diálogo establecido con otra persona. Según Joseph Le Doux, de la Universidad de New York, la amígdala envía señales al cuerpo para que se tensen los músculos, se liberen hormonas, se incremente la presión sanguínea y en su conjunto se genere una respuesta ante dicha situación.
El cerebro es capaz de generar toda una colección de pensamientos, pero es la emoción la que ocupa el centro de nuestra vida; en consecuencia, la vida está regulada por las emociones y la interacción de ellas con los procesos de pensamiento es lo que somos. Más que seres racionales somos seres emocionales ya que en nuestras vidas no hay ningún momento libre de emociones, de ahí la importancia de centrarnos en conocerlas.
En el artículo “¿Qué queremos de la educación?” escrito por Maturana y publicado en la Internet, éste afirma: “Lo que guía la conducta humana son las emociones o confianzas básicas. Las emociones son clases de conductas relacionales; cuando se coordinan las emociones se coordinan las conductas relacionales”. Este mismo autor (1991) considera que las emociones son disposiciones corporales dinámicas que definen distintos dominios de acción en los que nos podemos mover. Echeverría (1996) afirma que las emociones son quiebres que nos suceden en el sin número de posibilidades de acciones y, que se presentan como apertura, ampliación o cierre de dichas posibilidades. Además, argumenta que en los seres humanos, muchas de las emociones tienen su origen en el lenguaje, tal como lo manifiestan las personas cuando siente envidia, vergüenza, rechazo, etc.
Siguiendo a Echeverría se puede aseverar que el vivir humano se da en la continua interacción con los(as) otros(as) en el lenguaje y en el fluir del emocionar que se genera de esta. Es importante aclarar que las acciones humanas no se definen en el acto como una operación particular, sino en la emoción que lo posibilita y lo constituye como tal. Es decir, no podemos propiciar cambios en los(as) otros(as) a través de discursos racionales, impecables y perfectos, si el emocionar de los que escuchan o hablan está situado en emociones distintas o se encuentra en la misma pero afectado por otras emociones (enojo o tristeza) que los hace cambiar de escucha o sordos a la misma. Por lo tanto, si queremos entender las acciones humanas debemos reconocer que los actos no se dan por sí, sino que son constituidos por la emoción que los posibilita.
Daniel Goleman (1996) plantea que: “Toda las emociones son impulsos para actuar” es decir, que las emociones son los motores de la acción humana, son los recursos para enfrentarnos a la vida y sus múltiples relaciones.
Maturana, en el artículo ya citado ¿Qué queremos de la educación?, considera que el deseo de controlar las emociones tiene que ver con nuestra cultura patriarcal orientada a la dicotomía de lo bueno y lo malo; se enfatiza como línea central de la vida la lucha entre el bien y el mal y, la educación pasa entonces a ser un modo de controlar la maldad, lo que se logra con la razón ya que ésta nos acerca a lo bueno.
Igualmente, considera importante recalcar dos enunciados sistémicos que pueden referenciarse para el nivel humano: el primero, consiste en que: “Cuando en un conjunto de elementos comienzan a conservarse ciertas relaciones, se abre espacio para que todo lo demás cambie en torno a las relaciones que se conservan”; el segundo: “La historia humana y, la de los seres vivos en general, sigue el curso de las emociones (en particular, de los deseos), no el de los recursos o la tecnología.”
Retomando el segundo de los enunciados, puede concluirse que la historia depende de nuestras emociones y deseos. La historia que construya cada persona será aquella que surja de sus deseos y emociones, es decir, de lo que quieran hacer. De ahí que el nivel más importante a nivel educacional sea precisamente el emocional. En éste se forma la persona. De hecho todos podemos aprender a usar herramientas, incluso a manipularlas, porque, en definitiva, todos los seres humanos somos igualmente inteligentes. No es cierto que haya seres más inteligentes que otros; la diferencia está en las emociones, en lo que uno quiere. Si alguien desea cambiar la forma como se relaciona lo va a lograr. Y lo contrario también es cierto: si a una persona no le gusta o no quiere relacionarse desde el amor no asumirá nada al respecto. Las capacidades intelectuales se potencian desde la formación fundamental de la niña y el niño, que es la formación humana en el nivel emocional. La inteligencia, la conducta inteligente, ocurre en la participación, en la colaboración, por tanto, tiene que ver con la consensualidad.
Para concluir podríamos afirmar que tres de las emociones son determinantes en la construcción de procesos que impliquen el trabajo en equipo: el amor, el rechazo y la indiferencia. Recordemos que según Maturana “las emociones afectan la conducta inteligente. Concretamente, el miedo, la ambición, el enojo, la competitividad, reducen la inteligencia humana. Tenemos incluso expresiones populares que se refieren a esto: tal persona está `ciega de envidia´, o `ciega por ambición´, es decir, se trata de personas que afectadas por una emoción negativa restringen su mirada, su visión de las cosas. Tales emociones generan una negación del otro”.
Planteo trabajar desde tres emociones: el amor, el rechazo y la indiferencia. Para Maturana, “la única emoción que amplía la conducta inteligente es el amor. El amor es aceptar al(a) otro(a) como auténtico(a) otro(a), al aceptar la legitimidad del(a) otro y sus circunstancias, uno ´ve‘ al(a) otro(a)”; es decir, lo reconoce como parte del equipo de trabajo. Al surgir el amor las personas nos parecen agradables, mostramos interés por ellas y sus necesidades; en la medida en que pasa el tiempo, generalmente, el espacio físico intercorporal se torna menor, posibilitando incluso el toque, el abrazo y la caricia. Cuando el territorio social emocional con una persona se asume de manera positiva se genera confianza hacia ella; en ese caso se nos facilita trabajar conjuntamente, aceptamos fácilmente sus ideas y acompañamos con mayor tranquilidad sus propuestas e intereses.
Con cada persona que se conoce se establecen relaciones y en ese encuentro surge una de tres emociones básicas: el amor, el rechazo y la indiferencia. Al emerger el rechazo asumimos que dichas personas son lejanas a nosotros, con estas personas preferimos que el espacio físico intercorporal sea muy amplio y perdemos interés en cualquier tipo de vinculación laboral y afectiva.
La mayoría de las personas genera en nosotros la emoción de la indiferencia, cuando nos encontramos en ella somos insensibles a lo que las personas hacen, dicen, dejan de hacer o de decir. En la indiferencia el otro o la otra no se asume como auténticos(as) otros(as), por cuanto para ser reconocido como tal, debemos darle existencia, reconocer que existen, pues no se existe por estar ahí sino porque nuestro cerebro los ubica conscientemente como parte de nuestro entorno. La emoción de la indiferencia nos conduce a no reconocer.

Pragmática del mejoramiento continuo
La pragmática en la que solemos movernos es la  lineal objetiva. La objetividad es la cualidad de lo objetivo, de tal forma que es perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir (o de las condiciones de observación). Uno de los criterios más comunes de la objetividad es la independencia respecto de un sujeto cognitivo cualquiera. Tomada en el sentido metafísico de "realidad del objeto", la objetividad es opuesta por un lado a lo que es mera apariencia, ilusión, ficción, y por el otro a lo que es sólo mental o espiritual, por contraposición con lo que es físico o material. La objetividad ontológica solamente descansa en la noción de invariancia. Aquello que consideramos real es, antes que nada, algo invariante. Los objetos llamados empíricos o materiales se distinguen por su continuidad espacio-temporal.
Tampoco es sinónimo de fidelidad al objeto ("fiel a la realidad"), a pesar de que éste sea uno de sus criterios más frecuentemente mencionados, porque los criterios normativos que permiten distinguir lo objetivo de lo que no es, son fijados en cada ámbito por la comunidad de los miembros o expertos del mismo.
Desde Kant la objetividad es definida como validez universal, esto es, validez para todos los hombres, con independencia de su religión, cultura, época o lugar, por contraposición con aquello que vale sólo para unos pocos. De modo que la objetividad se opone al relativismo. A partir de los años sesenta, sin embargo, la exigencia de universalidad empieza a ser sustituida por la exigencia de consenso en el seno de la comunidad (científica, cultural), separando de este modo diferentes esferas de uso del concepto. Lejos de la concepción estrictamente formal o metodológica que marcó el llamado positivismo lógico, nos aproximamos hoy en día a una concepción mucho más intersubjetiva, aproximándonos a lo que se ha denominado “0bjetividad entre paréntesis”.
El biólogo Humberto Maturana ha recorrido un largo camino de crítica radical al sistema cognoscitivo de la ciencia occidental. Sus aportes se basan en la biología del conocimiento humano, la organización de los seres vivos, la teoría de sistemas y llega a un punto capital: el cuestionamiento de la objetividad. A partir de este viraje desarrolla otras líneas de argumentación que se imbrican con la evolución de la especie humana - sustentada por la emoción básica del amor como legitimación del otro -, el desarrollo de las metaculturas matrística y patriarcal, la ética, la educación, la ecología, en definitiva "el sentido de lo humano".
Para el desarrollo de la propuesta parto de la evidente disyunción que existe entre discursos y prácticas, entre otras razones por la falta de reconocimiento de la importancia de las emociones como motores de la acción humana, y la inocuidad de los proyectos sociales construidos desde la objetividad para dar respuesta a la necesidad de cambios culturales positivos y contundentes.
Sabemos que históricamente se han construido un gran número de proyectos educativos, sociales y políticos con grandes fortalezas argumentativas y teóricas pero al momento de evaluarlos, se encuentra que en la mayoría de los casos se limitan a la descripción de las acciones que se ejecutaron, de los recursos o de la población que participó en el proyecto, y no se han construido ambientes cotidianos que formen en la convivencia democrática y hayan consolidado cambios positivos en las prácticas cotidianas.
“Se hace aparente, entonces, que los proyectos sociales, educativos y políticos de cambio cultural que se construyen y ejecutan dentro de la perspectiva de trabajar con realidades objetivas, de enriquecer las bases de conocimientos de las personas como la principal finalidad y metodología formativa, y del divorcio entre discursos y prácticas cotidianas, se revelan impotentes e inocuos para avanzar efectivamente en el acercamiento de la utopía del mundo solidario y democrático” (Pérez, 2001).
La realidad consiste en una serie de construcciones mentales que solamente se construyen y reconstruyen en la relación sujeto-objeto, por lo cual la objetividad carece de sentido ya que al posibilitarse múltiples relaciones se generan diversas realidades.
Por otra parte la “objetividad” muchas veces se fundamenta en presupuestos de éxito con los que se valida y se consolida como respuesta apropiada aquello que hasta el momento se ha hecho y que parece “tener éxito”, situaciones sobre las que frecuentemente no se han investigado los resultados.
De lo anterior se desprende la necesidad de trascender la repetición de aquello que “ha demostrado éxito” hacia una pragmática del mejoramiento continuo en la que incluso aquello que es exitoso puede ser mejorado.
Un ejemplo de la necesidad de trascender la pragmática lineal hacia la construcción de la bidireccionalidad la propone  Vansteenberghe (2010) cuando afirma que “No se puede exigir la máxima calidad en ambos extremos (el que acaba de llegar puede mostrar una menor bidireccionalidad a pesar de su buena intención) ya que se impone la monodireccionalidad y además se cree con derecho a hacerlo. Este autor se interroga ¿dónde está el aprendizaje de la sociedad de acogida? Plantea Vansteenberghe  que es necesario encontrar un vocabulario común, previo al diálogo bidireccional, recordando que somos etnocéntricos y que además la administración no es intercultural sino que es española, valenciana, alicantina.

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[1] Denominamos convencionales o positivistas a las concepciones epistemológicas de índole empírico-analítico; éstas podrían clasificarse como concepciones mecanicistas, reduccionistas, acontextuales, lineales y realistas en el siguiente sentido:
Son mecanicistas en el sentido que consideran que los fenómenos o procesos, incluyendo a los seres humanos, se mueven porque hay una fuerza externa que les transmite energía, es decir, existe un elemento inicial o causa (A) que produce un elemento final o efecto (B) definido en términos de cambio con respecto a una situación previa.
Son  reduccionistas porque consideran que existe un solo factor que es la única causa del fenómeno; por ejemplo, considerar que un determinado microorganismo es la causa de una enfermedad sin considerar otros aspectos que influyen en el riesgo, la vulnerabilidad y la susceptibilidad tales como los ambientales, socioeconómicos, emocionales, culturales, alimenticios, etc.
Son acontextuales considerando que estudian al sujeto o a los fenómenos aislados de los contextos en los que se desarrollan.
Son  lineales  pues consideran que hay una causa que produce un efecto, y que dicho efecto siempre será unidireccional y lineal.
Son  realistas  en el sentido que asumen la existencia de un mundo independiente del observador, que la realidad es ajena a aquél que la describe, y que su observación es pasiva y por tanto, no altera lo observado. Suponen que el observador  es objetivo y su observación es pura dado que describe la realidad tal como es.
[2] No pretendo aquí avanzar en la explicación de propuestas que incluyen tres o más subsistemas dentro de un sistema, ya que la bidireccionalidad que es el tema que aquí nos convoca es el fundamento relacional transformativo de la uni-versalidad hacia la multi-versalidad, conceptos que explicaremos posteriormente.  La bidireccionalidad tiene como explicación de las relaciones un vació operativo que consiste en el no reconocimiento del contexto relacional y de la interinfluencia que este tiene con los sujetos comunicantes que en él están inmersos.