martes, 2 de agosto de 2011

CADA UNO CREE CONVENIENTE ESTAR DE SU PROPIO LADO SIN DARSE CUENTA QUE ESTAMOS EN LA MISMA ORILLA

Por Manuel Velandia
España, agosto de 2011


En los días antes de partir de Colombia soñaba en situaciones en las que veía que mi vida se transformaba de tal forma que ni yo mismo me reconocía. Pensar en estar lejos de una organización LGBT, no poder participar en los debates en el Senado por alcanzar nuestros derechos civiles como parejas del mismo sexo o en la construcción de la política pública LGTB para Bogotá lo entendía como un triunfo para las paramilitares, pero la distancia no ha sido una excusa para dejar de participar en la vida política colombiana o de conmoverme con la situación de los secuestrados.

No quiero perder mis raíces y muchos menos dejar de sentir como propias las violencias hacia aquellos con quienes comparto ideas, emociones y experiencias. Confío que con muchos de ellos, algún día  podremos encontrarnos nuevamente, no porque ellos se vean obligados a salir del país, sino porque nuestros conciudadanos y gobernantes lograran entender que hay maneras no violentas de construir la paz.

Estoy lejos de mi familia y de muchos otros seres que amo. Existen dificultades comunicativas, es verdad, no solo por la tecnología, sino además porque los seres humanos somos algo complicados y solemos creer que siempre tenemos la verdad, pero también he ratificado que no siempre hay que llenarse de palabras para decir que amamos o necesitar de la cercanía para gozar un abrazo, así que los afectos también pueden ser a la distancia. Aquí he encontrado nuevos afectos, reforzado algunos de los que ya tenía desde Colombia, reencontrado con viejos amigos en Europa, aprendido sobre diferentes niveles del amor y comprobado quiénes son realmente los y las que me aman. Tengo muy buenos y nuevos amigos españoles, tengo una pareja que me hace feliz y su familia me acepta y respeta.

No puedo quejarme. Creo que cada cual se construye su propio mundo y que a pesar de lo adverso de las circunstancias logré salir a flote, aprender a nadar y alcanzar la otra orilla. Por supuesto no tengo la vida cómoda que tenía en Colombia, pero un aprendizaje grande ha sido asumir que se puede ser feliz viviendo con lo esencial; por supuesto que todos queremos cada vez más comodidades, pero el consumismo no es la mejor alternativa cuando los espacios son pequeños y la vida nos resulta bastante más costosa. Le he encontrado más gusto a los pequeños detalles.

Me ha sido difícil entender que hablo un castellano diferente, que incluso las palabras tienen significados y usos distintos, me disfruto la lectura de la prensa y en especial de las revistas Gay que son bastantes y algunas muy buenas; no pierdo la oportunidad para leer en la red los periódicos y revistas colombianas, pero nunca veo las transmisiones en directo de nuestros canales nacionales, me encanta la televisión española, la oficial, que no por serlo es menos critica.

Participo de la vida política, social, cultural y militante de este país; he estudiado lo que he querido y he sido sobresaliente en ello; he obtenido nuevos y profundos conocimientos, he reforzado algunos ya existentes, he podido enseñar sobre lo mío y me han creído; participo activamente de una asociación no gubernamental y de una federación a nivel nacional, he participado de otras redes nacionales en diversos temas que son de mi interés, he asistido a foros locales, nacionales e internacionales, me he integrado a la sociedad pero no por ello considero que integrarse sea fácil porque hacerlo es difícil aquí, allá, acullá, en cualquier lugar del mundo debido a nuestra propia diversidad cultural.

Qué hacemos nosotros por la diversidad cultural

La diversidad cultural debe ser un tema que nos movilice a quienes desde nuestras propias explicaciones, vivencias y emociones comprendemos que la convivencia intercultural solo es posible con el reconocimiento pleno del otro como un auténtico otro, y el otro como ser cultural solo puede ser reconocido si se reconoce el valor de su cultura.

El re-conocimiento se fundamenta en la apertura a la diferencia que es sustento de la diversidad. El yo se construye por oposición a los  monstruos, en esas construcciones se sustenta la exclusión social y cultural. No creo mucho en las perspectivas  multiculturales porque en la realidad las fronteras culturales no son difusas. Nadie estará nunca en la otra orilla, porque si sigues caminando por ella descubrirás algún día que la otra orilla es realmente la misma tuya.

Ese otro que parece tan lejano y distinto tiene mucho de común conmigo/contigo y es precisamente esa “comun-únidad” de vidas, vivencias, experiencias, explicaciones y emociones lo que nos permitirá fluir  hacia el otro y diluir las barreras que solemos poner y ponernos para no construir el territorio en el que todos seamos posibles.

La sociedad está conformada por los seres humanos, estos somos únicos irrepetibles, transcendentes, dinámicos, históricos y al mismo tiempo futuro. La cultura es creada por los seres humanos y la vez ésta les moldea a ellos, por tanto no es estática, inamovible sino interrelacional, interafectante e interdependiente.
Si todos somos cultura, es decir sujetos culturales es evidente que como tales nuestras relaciones igualmente son dinámicas, fundamentadas en nuestra historia, en nuestra perspectiva de futuro, en nuestra unicidad y por tanto en la otredad como reconocimiento del otro como un auténtico otro y en la conciencia de mí mismo (mismidad), como también en la conciencia de la alteridad y de la liminaridad.

La Mismidad

Además del reconocimiento de la identidad particular, es el reconocimiento de la unicidad; de que soy un(-a) ser únic* y que por tanto no existe nadie igual a mí: Soy irrepetible y mi proceso de desarrollo será necesario y eminentemente particular. El desarrollo implica un grado de evolución del Ser. Cada nivel de energía o de desarrollo a su vez posibilita un paso posterior (evolución). La tendencia evolutiva parece demostrar que la mayoría de los seres busca permanentemente niveles cada vez más elevados de energía (anatropía); sin embargo, algunos seres asumen procesos entrópicos, es decir, involutivos.

El proceso evolutivo de desarrollo implica alcanzar permanentemente niveles superiores; es decir, hombres y mujeres somos trascendentes. Así mismo, todo nuestro desarrollo evolutivo, consciente o no, hace parte de nuestra existencia (somos históric*s) y ésta, a su vez, se encuentra determinada por nuestra condición de género y su representación en el proceso de intercambio social.

En resumen, toda mujer o todo hombre consciente de su mismidad, se fundamenta en su identidad particular, por tanto en su unicidad y en que es irrepetible, evolutiv*, trascendente e históric*. Cada un* de nosotr*s es Ser plen* en sí mism*.

La Otreidad u otredad

 L*s seres no estamos sol*s en el planeta, permanentemente estamos relacionándonos con otros seres, quienes a su vez también se reconocen en su mismidad. Entendemos a l*s otr*s como diferentes (otreidades); sin embargo, no siempre logramos asumirlos en su verdadera esencia, generalmente much*s de éll*s nos son indiferentes; incluso, parecen no tener sentido en nuestra existencia. Somos intolerantes porque al no reconocerl*s no estamos reconociendo nuestros propios límites.

Mientras el/la otr*, siga siendo "otr*", no es posible un vínculo, ya que éste implica reconocimiento, convirtiendo al "Otro" en "Tú".  Cotidiana y generalmente el trato de "Tú" a una persona connota un interés, un acercamiento, posibilitarnos ir hacia él/la, permitirle llegar hacia nosotr*s.

La Liminaridad

Es*s "Otr*s" y esos "Tú" son distintos a "Mí". Reconocerl*s en su mismidad, implica a su vez asumirlos como una unidad plena y con las mismas condiciones en las que me reconozco. Al marcar la diferencia con aquell*s "otr*s" y esos "Tú" estoy reconociendo que existe un límite. El ejercicio de ser permanentemente consciente de los límites de la inter-subjetividad en las relaciones ("Yo" - "Tú")  se ha denominado liminaridad.

La Alteridad

Asumirse en un permanente juego de intercambio social en el que nuestro quehacer y cotidianidad afecta al "Tú" del otro y de la otra, y que su actuar permanentemente me afecta a "Mí", únicamente es posible desde el reconocimiento de mis propios límites: Liminaridad. Esta exploración de mi posibilidad de afectar desde mi "Yo" al "Tú" y de sentirme afectado desde su "Tú" se denomina alteridad. Dicha alteración es posible de ser analizada desde dos diferentes niveles de manifestación.

El primer nivel hace referencia a la oposición entre los mismos seres y entre éstos y las cosas, por el mismo hecho de existir. El segundo está determinado por las cualidades particulares de es*s "otr*s" y esos "Tú"; es decir, por las relaciones planteadas desde la diversidad. Dicha diversidad nos plantea el relacionamiento desde nuestras mismidades y la posibilidad de la hostilidad, la oposición, el conflicto, la tolerancia, el respeto e incluso, nuestra propia vulnerabilidad y la de aquell*s con quienes socializamos o nos negamos a hacerlo.
El proceso de heterovaloración implica pues la valoración de la diversidad, el reconocimiento pleno y total de es*s "Otr*s" transformándolos en nuestros propios "Tú".

Sé que aun cuando parezca que estamos en la otra orilla, en verdad estamos del mismo lado, porque no logramos darnos cuenta que todos estamos frente a un mismo lago. He asimilado que el acuerdo es posible, especialmente cuando logro darme cuenta que en el fondo de toda disidencia también hay algunos elementos en común. No siempre es fácil, no siempre es posible, pero es maravilloso darse cuenta que a pesar de tanta diferencia e incluso de tanta indiferencia la convivencia solidaria y democrática puede ser una realidad.

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